Querida Paz,

Llena de nostalgia por la época en la que una salía a carretear, me acordé de estar el año pasado en Amsterdam curá como zapato, full florero, coqueteando con todos los europeos. Cuando en un momento me empecé a atrapar por la emergencia climática y el fin del mundo. Borracha, le di la lata a un cabro del carrete y él me decía que no me preocupara porque había leído que existía una tecnología que permitía directamente descarbonizar el aire entonces todo estaría bien.

Recordé ese momento al leer este artículo del Guardian que precisamente trata de cómo Microsoft pretende que su producción de carbono sea negativa, es decir, esperan retirar más cantidades de carbono de la atmósfera que las que producen. Esto lo lograrían, entre otras cosas, mediante las máquinas que succionan carbón del aire, tal como dijo el chiquillo de la fiesta.

En el artículo hay científicos explicando que esa tecnología es posible y que es nuestra única alternativa. Creo que está súper bien intentarlo pero no puedo abstenerme de dar la lata con el modelo económico detrás de las iniciativas ecológicas. En el caso de Microsoft por ejemplo, no leo un cuestionamiento serio a sus actividades extractivistas, de hecho pretenden seguir ocupando petróleo como locos, por ende, destruyendo ecosistemas. Pienso también en el caso de Amazon, quienes también declaran que les importa reducir su huella de carbono, pero sin inmutarse el mes pasado echaron a sus trabajadores que criticaron las prácticas ecológicas de la empresa, todo se ve aún peor si consideramos que están saltando en una pata haciéndose más ricos con la pandemia y evadiendo impuestos como locos.

Entonces siento que habitamos esa dialéctica ¿Cachai? Por un lado hay buenas intenciones y por el otro está este virus neoliberal que nos hace desconfiar de todo porque eventualmente va a cooptar cualquier cosa buena que se invente. De todas formas me entusiasman noticias como la de los científicos gringos que inventaron una celda de energía solar más poderosa incluso que lo que la teoría indicaba, o los avances respecto al tren magnético mega rápido para ir desde Amsterdam a Paris en 90 minutos. Pienso también en esa parte tan bonita de La Peste donde dice que las personas, a final de cuentas, son más buenas que malas. Además cómo obviar lo importante que puede ser la tecnología para sobrepasar problemas culturales, te lo digo como eterna agradecida de mi aspiradora/trapeadora robot y mi lavavajillas, que sin ellos estaría hasta el pico en esta pandemia donde se ha híper demostrado que los cuidados domésticos no son equilibrados en términos de género.

Así que quiero terminar esta carta siendo optimista en que será posible instalar un cambio radical que con socialismo cibernético nos sacará de este hoyo. Me inspira por ejemplo el directorio Mutual Aid Disaster Relief, un uso sencillísimo de la tecnología para implementar solidaridad de impacto real. También al respecto me puedo auto-citar jijij con un artículo corto que escribí para un seminario de la u hace un par de años, es sobre el EZLN y sobre cómo su organización política debe ser un referente clave para los movimientos ecologistas.

Me despido amiga, sé que las noticias en Chile están como el hoyo, ayer mismo veía cómo el gobierno criminal de Sebastián Piñera gaseaba a las personas de El Bosque, la comuna donde crecí, porque protestaban por la falta de dinero, de alimentos y de atención de salud para enfrentar el virus. Un asco este autoritarismo ejecutado por imbéciles. Bueno, te deseo mucho ánimo no más, te dejo la lista del último disco de la Charli y esta foto de unos gansos que vi el otro día en la calle, ahora con la cuarentena pasan saliendo de paseo de curso.

Tqm

D


Amiga D:

“Los expertos neoliberales ahora están en silencio, los que destruyeron el sistema público se están escondiendo, pero volverán después del final de la pandemia. Deben ser acusados, por así decirlo, obligados a mostrarse; deben ser tratados como los fascistas fueron tratados después del final de la Segunda Guerra Mundial”.

BUUUUUUUUUUUUUUUM!

Empiezo mi carta con todo sino pa qué.

La cita es de Franco “Bifo” Berardi en una entrevista bien entretenida que le hicieron a propósito de COVID-19. Me parece interesante leerla ahora (fue hecha en abril, creo), porque Bifo hablabla en ese entonces que las protestas contra el neoliberalismo en el 2019 habían entrado en una suerte de parálisis que precede al colapso debido al miedo al contagio. Pero como solo el laboratorio latino de neoliberalismo puede saber, el miedo al contagio, el miedo a la enfermedad y, en definitiva, el miedo a la muerte es un lujo que solo unos pocos pueden darse y la gente -con hambre- ha vuelto a salir a la calle.

A propósito de lo de Microsoft que me cuentas, justo me había cruzado con un articulo de Benjamin Bratton sobre que necesitamos no solo reducir radicalmente las emisiones de carbono, sino también restar y secuestrar los muchos miles de millones de toneladas de carbono que ya existen en la atmósfera. Y en esta tarea,  nuevamente, se cruzan ciertas visiones tecnofóbicas naturalistas que están presentes en algunas de las ideas de green deals. Esto me parece importante aclarar de base por si se presta a confusión: no podremos salir de la crisis climática sin tecnología ni ciencias ni tampoco sin repensar toda nuestra relación humano-ambiente.

Bratton, además, nombra muy someramente otra cosa que me pareció interesante. A propósito de COVID-19, la visión epidemiológica de la sociedad está cambiando la conversación sobre la vigilancia y, según él, abre el debate de manera importante. Para Bratton es “un error interpretar reflexivamente todas las formas de detección y modelación como “vigilancia” y todas las formas de gobernanza activa como “control social”. Necesitamos un vocabulario diferente y más matizado”. Creo que estoy de acuerdo. Hoy algunas de esas tecnologías -puestas bajo un test de proporcionalidad- podrían ser necesarias e incluso deseables: si las equiparamos con “vigilancia”, luego las otras tecnologías tóxicas de vigilancia pueden ser catalogadas como necesarias y hasta deseables. Acá, creo, no hay que darle oportunidad alguna al marketing de esa industria perniciosa, que sabe vender ideas como política pública a las autoridades más taradas.

Pero lo que de verdad te quería escribir en este email, D., es de un pequeño libro que reúne dos conferencias de Isabelle Stengers y que se llama “Cómo pensar juntos” y que creo que fue lo último que compré antes del confinamiento. Allí, ella describe que lo que impulsó sus estudios de las ciencias fue darse cuenta que el capitalismo funciona no solo como explotación, sino también como “expropiación sistemática de aquello que nos vuelve capaces de pensar juntos los problemas que nos conciernen”. El tren del progreso (que nos está llevando al abismo en el marco de a crisis climática) no tiene tiempo para reflexiones. Si no es ahora, es el mismo progreso (en forma de tecnología) lo que nos dará las respuestas en un futuro. Entonces Stengers dice que desacelerar (concepto muy usado en la emergencia ambiental respecto al crecimiento económico) es relentizar, darse el tiempo de pensar con otros razones, en “relaciones civilizadas” que son muy contrarias a la lógica del homo economicus.

Pensaba entonces en cómo son las tecnologías “predictivas”, tipo la inteligencia artificial, ese espacio ideológico ideal para no pensar con los otros, para negarnos a nosotros mismos los espacios deliberativos. Stengers agrega que esta negación nos ha llevado a estar muy mal preparados para los desafíos del siglo XXI. Hoy, en pandemia y en crisis climática, no me queda más que darle la razón. El mismo Bratton en el artículo dice algo como que COVID-19 demandaba respuestas coordinadas y trasnacionales y, mira, acá nos estamos hundiendo, ¿qué nos espera entonces con un desafío a todas luces mayor como la crisis climática? Quizás, como dicen en la entrevista a Bifo, estamos paralizados ya que es evidente ahora que los sabios de la tecnología no nos sacarán de este desastre.

En fin, amiga querida. Sigo encerrada. Sueño, en todo caso, que salgo a la calle, que estoy reunida con mucha gente en una plaza, que estoy contenta como solo lo estoy cuando llueve, que siento el sol de invierno en mi espalda y que luego me miro en el reflejo de las vitrinas y me doy cuenta que estoy sin mascarilla. Que soy, más bien, la única persona sin mascarilla.

Nadie puede decir que no son tiempos curiosos también para nuestras subjetividades.

Te dejo un dibujo del libro de Stengers que me causa mucha gracia, abrazoooooooooooo
p.