Hola amiga,

Qué duro ha estado este mes, el agotamiento es real y siento en el aire esa pena por la posibilidad de que simplemente esta vida en pandemia sea nuestra nueva realidad. Una existencia extraña, súper mediada por las tecnologías digitales de comunicación, una sensación generalizada de irrealidad. 

Estoy aburrida de todos los días ver contenido que me hace pensar que es demasiado estúpido para ser verdad pero al final sí es verdad. Y eso que ni siquiera me meto tanto a internet, menos a redes sociales. Bueno, ese sentimiento desolador me provocó el problema del llamado cripto-arte y los NFT, un tema que mucha gente ha tratado de abordar este mes, es básicamente una nueva aberración donde se mezclan tecnologías digitales, artistas especuladores y acumulación capitalista. Por supuesto que esto tiene un costo ecológico altísimo ya que estas obras y su registro digital de originalidad se basan en blockchain, uno de los procesos computacionales que requiere más energía eléctrica. Por ejemplo, la huella de carbono del trabajo de sólo un “cripto-artista” equivale al consumo anual de energía de una persona en un país del primer mundo. Si bien vi decenas de textos al respecto, creo que este del Duncan Geere es de los más claros, me gusta mucho que no presenta el tema de forma innecesariamente compleja sino que manifiesta con claridad que los NFT no deberían existir, que ningún artista decente debería usarlos y que ninguna indemnización por el daño ecológico perpetrado será una compensación adecuada. 

Este mes también vi actualizaciones sobre el derecho a reparar, leí que la Unión Europea requerirá que los aparatos electrónicos duren al menos una década, una buena noticia obviamente, pero me vuelve al alma el sinsentido de que se tenga que llegar a ese punto para contener la obscena avaricia de los productores de tecnología. También leí sobre cómo la red de trenes holandesa no resistirá las temperaturas tan altas (temperaturas que amo, perdón planeta), por lo que hay que hacer una inversión millonaria para que los rieles aguanten y podamos seguir andando en tren ¿Supongo que hay que salvar las infraestructuras no? Sobre todo el tren que es lo más lindo, pero no te puedo negar que sentí placer al ver cómo se quemaba el data center en Estrasburgo ¡Qué imágenes más hipnotizantes! Al día siguiente del incendio muchos sitios estaban caídos y se podía apreciar la insignificancia del problema al confirmar que claramente el planeta había sobrevivido sin el aparataje digital ¿Se podría considerar este incendio un micro-ensayo del fin de la especie humana? ¿Un final donde no sentimos pánico sino una especie de calma?

Bueno, pero no quiero que me invada esa white sadness de la que se reía un día la Rosi Braidotti en una de sus clases, ese rollo de aY aC3ptem0s Mor1r eN eSte PLaNetA CoLaPsad0 ¿Por algo hicimos la gatitoearth no? Me gustó por ejemplo ver esta iniciativa de economía circular en Waag para aprender a reparar la ropa vieja, también descubrí a este diseñador de Rotterdam que usa una mezcla lumínica milagrosa para hacer crecer los cultivos y para matar al corona virus. Y mi favorito: Future Beyond Shell un proyecto de mi colega Selçuk que pretende acabar con estos villanos absolutos de la historia de la humanidad. Pienso que deberíamos tomar una aproximación similar con las grandes corporaciones de tecnologías digitales, llamarlas por sus nombres, basta de principios éticos, basta de la estafa del multistakeholderism, Google debe caer, Facebook debe caer, Microsoft debe caer (aunque contrate a la Björk para que haga música con las nubes y la inteligencia artificial). 

Ya amiga, te adoro, disfruta la temporada Aries y recuerda saludarme el 14 jijiji

Danae 

*Mira, me parezco al Claudio Palma en el CDF mandando condolencias en todos los partidos pero le quiero dedicar este gatitoearth a la Nala, la gatita del Dennis que se murió de corona virus. Acá estamos juntas en nuestro último verano en Amsterdam, enfermedad horrible te odio pero el amor, la frescura y la juventud no me las vas a quitaaaaaar. 


Danae, amiga, qué atroz son los marzossss en pandemia. Son como una sustancia viscosa, como una aloe vera que no cura y solo se adhiere a tu piel sin ningún asunto. ¿Estás bien en Rotterdam? ¿Están bien en Europa? ¿Hola? Europa no contesta estamos solas, solas, en América.

¿Cuándo fue la última ves que nos vimos en persona? Qué deprimente pensarlo. ¿Junio del 2019, junto con Pancho, en la semilla de Gato.Earth? Qué clase de vida era la que se nos venía. ¿Son años perdidos estos? Qué ataque de pánico abrirse a la posibilidad que sí, en muchas de sus formas. Me consuela pensar que, a pesar de todo, levantemos la bandera de este gatito, sin redes sociales, un testimonio en una web pre 2010, como en una dimensión de bits aparte de esos cripto-artistas especuladores. Adoro, además, que coincidamos en lecturas.

Me rio sola porque justo estaba leyendo El conocimiento posthumano de Braidotti, digo, como para ponerme al día, y le da durísimo a las white men’s tears del cambio climático, con nombres y apellidos. Un rato me dieron ganas de decirle, “basta Rosi, ya está destruido, ahora es crueldad”. Es que, de verdad, justo en mis vacaciones me pasó algo parecido leyendo Poesía del futuro de Srećko Horvat. Que el apocalipsis, que pobre Europa, que hay que ponerse las pilas. Pucha, que leyendo a puros manes blancos europeos del siglo XX se van a encontrar pocas ganas de vivir en un siglo -parafraseando a Rosi- que no hace a nadie sentirse en casa, pos Srećko.

Qué vergüenza el sentimiento apocalíptico, además, si hay gente que -mucho antes que Europa se diera cuenta que también está jodida con el cambio climático- toda su vida ha sido un juego de sobrevivencia. Pudor.

El que me salvó de tantos varones europeos que leí -totalmente mi culpa- fue Franco Bifo Berardi con Futurability: The Age of Impotence and the Horizon of Possibility. Me gustó, particularmente, la forma en que despliega cómo la tecnología y la innovación están allanando el camino del crecimiento y la eficiencia del cadáver podrido del capitalismo y cómo les trabajadores necesitan reclamar el destino de la tecnología en lugar de negarlo. Este desdén significa que hoy son las élites las que dominan la economía tecnológica, y la tecnología está reemplazando a les trabajadores, empobreciéndolos y encontrando nuevos caminos de explotación.

Para no ir más lejos, Bill Gates, que acaba de sacar el libro How to Avoid a Climate Disaster: The Solutions We Have and the Breakthroughs We Need, y que parece ser que es una serie muy chistosa de tecnosolucionismos a la crisis climática. Chistoso, claro, hasta que se implementan por el poder y capricho narciso de un tipo que quiere “resolverlo” todo. Este artículo es super bueno: habla justamente de cómo dejarle la tecnología en las manos de la elite capitalista neoliberal significa que, en la búsqueda de crear respuestas al cambio climático, se terminará concentrando cada vez más poder en manos privadas a través del dogma de la tecnología. “Estas tecnologías descritas se utilizan como métodos de imposición directa, sin ninguna evaluación democrática, ética, social o ecológica. Todo el tiempo sustituyendo sistemas autopoiéticos complejos, diversos, auto-organizados, creando un nuevo nivel de ilusión que nos impulsa más rápido hacia el colapso”.

Amiga mía, ¿se derretirán las infraestructuras antes de que te llegue este email con mi respuesta?

Te quiero mucho y larga vida a les gates vivos y los que nos acompañan desde el inframundo. Te dejo una foto que no sé que es, pero hoy la vi y me dio risa. Que ya, a estas alturas, es algo.

p.