Querida Danae, ejem, ejem:

“¿Y cuántas copias gratuitas de evaluación de Windows Vista

en el vertedero de Sao Paulo?

En el vertedero de Sao Paulo, cientos, al menos una.

El vertedero de Sao Paulo,

no es una metáfora,

sino un vertedero que tienen en Sao Paulo”.

Empiezo citando a nuestros ídolos, Astrud, porque a propósito de tu última carta, quise leer más sobre ese verbo tan amplio y bello que resuena tan fuerte últimamente: reparar. Por ejemplo, he estado leyendo cosas sobre el derecho a reparar tus aparatos electrónicos y que en estos meses ha ganado también impulso en Estados Unidos. Básicamente, buscan exigir a las empresas especialmente tecnológicas que pongan sus piezas, herramientas e información, a disposición de los consumidores y los talleres de reparación para evitar que los dispositivos terminen en el vertedero de Sao Paulo, de manera de no fomentar la cultura del desecho. 

Así, me enteré hace algunos días que hay una carrera de las grandes productoras de tecnología -entre ellas Apple, Huawei y Microsoft- para lanzar el primer teléfono inteligente 100 por ciento reciclado. Esto, a propósito de un reporte del siempre dudoso World Economic Forum (WEF), que salió a principios del año pasado, y que se llama “A New Circular Vision for Electronics, Time for a Global Reboot”. Allí, básicamente, se habla de la necesidad de una economía circular para los equipos electrónicos, que desde el inicio debiera diseñar productos pensando en el reciclaje. La razón es principalmente económica: los desechos electrónicos tienen un gran valor, por ejemplo, hay 100 veces más oro en una tonelada de teléfonos inteligentes que en una tonelada de mineral.

Y a pesar de que el reporte del WEF habla tímidamente de la necesidad de que los productos se diseñen también para poder repararlos, al parecer, las empresas están más interesadas en poder cooptar el mercado de la reutilización, sin dejar espacio para el derecho a reparar de las personas. Apple, por ejemplo, es conocida por las diversidad barreras que pone al derecho a reparar los aparatos de sus propios clientes incluyendo mecanismos físicos como tornillos patentados y piezas a las que solo pueden acceder los talleres de reparación autorizados. También Microsoft ha dispuesto un agresivo lobby contra la idea.

En otras palabras, el reciclaje electrónico será corporativo, o no será. Esto es aún más claro cuando se lee en el reporte del WEF ideas peligrosas en el contexto de la vigilancia y el perfilamiento digital, como “la electrónica como servicio”: las empresas tendrían más estímulos, dice WEF, para reparar los aparatos si nos los arriendan. ¿Dueños de qué, obreros del mundo que solo querían reparar? Dueños de nada.

Ahhh, querida amiga, también te quería contar que viendo El Rayo Verde de Rohmer, me acordé de nosotras por tantas razones. Por la hermosa moda del ’85, porque una mujer capricornio, como yo, cree que la vida va en contra suya (obvio), porque hablan de ser vegetariana y, por sobre todo, porque la protagonista va encontrando naipes por la calle que interpretan el azar de su destino. Cada día los naipes me parecen más interesantes -creo que lo hemos hablado- como una forma de reparación o como un espacio de escondite de esa mentira abrumadora del mundo a lo data science: los datos son la verdad, los datos develan el futuro no como azar sino como mandato matemático. Los datos y los algoritmos producen a los sujetos, no los predicen, diría, creo interpretar, Ruha Benjamin en Race After Technology.

Así que en este baño sobre la reparación, me dieron ganas, de hecho, de comprar un naipe e ir dejando cartas olvidadas por los rincones de la calle, en la micro, en un libro de alguna biblioteca. Que alguien encuentre una, un tiempo después, e interprete libremente la señal, su destino, su presente o su pasado. Que lo mezcle con sueños e insomnios. Que se invente un mundo. Que se entretenga. Que se pase películas. La gente que se pasa rollos: quizás esa es nuestra tribu de reparación, Danae, mientras aprendemos a meterle mano a nuestros teléfonos.

Besos

p.


Amada Paz, 

Qué linda tu carta, creo que es de mis favoritas de las que me has mandado ¡No sé cómo no se nos había ocurrido antes El Vertedero de Sao Paulo! Deberíamos armar una lista de todos los hits que han pasado por la gatito, pienso en un par de lectores fieles que nos podrían ayudar <3

Y muero con que hayas visto El Rayo Verde, es tan hermosa ¿Y si te venís pronto y hacemos un viajecito por todos los escenarios veraniegos de Eric Rohmer? Siempre he soñado con visitar Biarritz y Annecy. Por mientras te puedo dejar el sonido del clima actual en Biarritz en este link. Es una herramienta hermosa que tenía pensado compartirte que se llama The Conditional Orchestra y que fabrica una composición única basada en parámetros digitales del clima del momento en un lugar específico. Creo que estos son los entendimientos posthumanos que más me gustan: las instancias en las que usamos la tecnología para interpretar las millones de cosas que no entendemos.

Pienso en el final de El Rayo Verde, en el sol poniéndose en el agua hasta desaparecer en un momento tan conmovedor. Luego la tristeza ecológica me hace recordar los tour guiados que ofrece Google Earth para ver el impacto de la emergencia climática (¡Oh la ironía!), se pueden ver de hecho los glaciares en Chile derritiéndose en tiempo real. Esto a su vez me hace pensar en un texto que le leí a Bifo Berardi la semana pasada en este libro de ciencia ficción y arte contemporáneo editado por la Whitechapel Gallery  Es un ensayo bastante pesimista del 2012 titulado The Future after the End of the Economy y dice que el planeta está exhausto, que la energía está desapareciendo primero por el agotamiento de los recursos naturales que mantienen tantas infraestructuras pero también porque habitamos un sistema económico que nos hace desaparecer espiritualmente, un sistema que está basado en la reverencia a un intelecto de competencia y agresividad masculina. Para Berardi, la única forma de revertir este agote sería renunciando a la acumulación e invirtiendo en la inteligencia colectiva. Y para mí, inteligencia colectiva es nada más ni nada menos que todas las señales que nos encontramos durante un atardecer en la playa, las cartas que otros han dejado escondidas, la cultura transformadora contra comer cadáveres de animales torturados. 

Todo tiene un impacto multidireccional, las cosas contienen miles de significados simbólicos y materiales y es súper importante pasarse todos esos rollos. Cacha que estuve leyendo un libro muy lindo que se llama Space Settlements de Fred Scharmen que se trata de la estética y motivaciones detrás de los proyectos de la NASA de hacer colonias en el espacio. Hacia el final del libro hay una observación muy importante de Carl Sagan que comenta que la Tierra es muy muy muy especial, que es un ecosistema súper sofisticado que es increíblemente difícil de replicar y de mantener en un entorno artificial y sobre todo en el espacio exterior. Al leer esa reflexión todo el contenido anterior del libro se siente tan ridículo y dan ganas de agarrar a besos todas las tecnologías naturales propias de esta Tierra que no paran nunca de mantenernos vivas: el oxígeno, las plantas haciendo fotosíntesis, el suelo mismo biodegradando los desechos. Siendo una defensora absoluta del poder de la artificialidad igual no más pienso que la protección de nuestros ecosistemas es la aproximación a tomar por mucho que sea más sexy imaginar esos escenarios seudo futuristas donde dejamos todo atrás y armamos una nueva vida en un domo a la deriva en el espacio. Vivimos en un planeta sagrado lleno de signos y no necesitamos más hombres blancos haciendo el loco con sus competiciones agotadoras. En este mismo libro comentaban cómo los cuarteles de Apple y Google tienen en su arquitectura esta inspiración de colonia espacial autónoma que es mitad edén, mitad arca de Noé, llenos de gente blanca haciendo yoga y de naturaleza artificial carísima de mantener. Todo esto obvio me da risa pero también me hace pensar en cuál es el arca de Noé digital que nuestra sociedad está construyendo ¿Las basuras de Silicon Valley? ¿Sus simulaciones insustanciales?

Paz, es obvio que todo esto que estamos haciendo con nuestros intercambios es la construcción de nuestra propia arca digital, y ya que estamos afrancesadas te propongo dejar en este testimonio una estampita de Saint Guinefort, es un perrito que vivió cerca de Lyon en el siglo 13 y que es santo protector de los niños. Siempre me emociona pensar en su historia y podría ser un lindo ejemplo de inteligencia verdaderamente colectiva que incorpore a los animales no humanos y a todas las cosas que no entendemos pero que hacemos igual.

Un beso, 

Danae